lunes, 15 de diciembre de 2008

NORMA, DE REGRESO.


¿Vos la conociste a "la Arrostito"? —me preguntó An, mi mujer, con una inocencia conmovedora.
Le dije que sí, que no personalmente por supuesto, pero que sabía de su existencia y de sus peripecias en la política Argentina de los 70.
Yo era pibe, pero todavía recuerdo el torbellino en que naufragaba la república por aquellos días. Y conservo algunas colecciones de los diarios de esa época en algún armario de mi casa.
Pero An quería saber más. Ella conoció de la existencia de Norma Arrostito por el documental de César D'Angiolillo, que iba a ser estrenado en el Malba y una amenaza de bomba frustró.
An quería ver el documental porque le hablaron muy bien del director, aunque en verdad no siente mucho apasionamiento por el pasado. Su juventud y su energía le dictan que lo único que importa es lo que está sucediendo en este preciso momento, así que ignoraba casi por completo algún dato de quien fue en vida "Gaby, la montonera".
Entonces ella clickeó en Wikipedia, y allí encontró una breve biografía con la foto que ilustra este post.
Yo me reí, porque en mis tiempos para buscar información había que ir a la biblioteca, hacer largas colas, investigar, romperse los ojos y la cabeza. Claro que en mis tiempos no había celulares, internet, notebooks, y An estaba recién nacida.
Mi mujer se apasionó con la vida de Norma Arrostito. Leyó con avidez cómo pasó de formar parte de un inocente grupo estudiantil a convertirse en cuadro esencial de la que sería la organización guerrillera mas famosa del país.
No puedo creer —me dijo— que una pendeja como ella concibiera, ejecutara, y narrara minuciosamente los mecanismos de un plan para secuestrar y matar a un ex presidente.
An, que no está a favor de ninguna muerte, que sospecha que la política es un complicado juego despiadado y cruel , se conmovió con el amor de Norma y de Fernando. Por eso ella se enfundó en el vestido negro, buscó y rebuscó entre sus pilas de cajas de zapatos, hasta que encontró lo que quería. Se maquilló frente al espejo del baño y telefoneó a su amiga Isabel, que la pasó a buscar en su auto y juntas partieron hacia el Malba.
Las chicas llegaron sobre la hora, como siempre. La sala estaba repleta, y An seguía conmovida. Tenía a mano una importante provisión de pañuelos de papel, por las dudas. Pero cuando la luz se apagó, y la respiración de los presentes se hizo más pesada, alguien anunció que la función se suspendía.
Los hicieron salir, y entonces se enteraron de la amenaza.
An estaba un poco decepcionada, pero Isabel la alentó a que no desperdiciaran la noche. Juntas se fueron a pasear en auto por Avenida del Libertador, para ver si encontraban algún bar como la gente.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Sergio! Leí algunos cuentos como este por ejemplo,me gustaron mucho, estan muy buenos, me alegro de que a traves de este espacio puedas expresar tu talento y creatividad y que nuestras vivencias cotidianas también te sirvan de inspiración!
Besos Isabel

Sergio Bonomo dijo...

Muchas Gracias Isabel por haberte dado una vuelta por acá. Gracias también por tu comentario y por tus generosos elogios.
Me alegra mucho que algunas cosas te hayan gustado.
Un abrazo y seguí viniendo.
Sergio

Anónimo dijo...

Está bueno esto!!!!!
M.B.