lunes, 29 de junio de 2009

MAÑANA EN EL ARRUFAT (lunes, luego del escrutinio)

Cae copiosa la lluvia, y aunque la definición no deje de rondar el lugar común, tampoco deja de ser exacta.
Las vidrieras del Arrufat son testigos de una avenida Santa Fe de lunes, que como todos los lunes, se ufana de trascender melancolías.
Tengo un dolor en la muñeca, escribo en las servilletitas del café y recuerdo tiempos mejores:añoranzas que se mezclan con el clamor de los sueños y libran sus batallas en la boca del estómago.
Hay un ser -siempre lo hay- una forma novelesca, concreta e impura que funde un pensamiento antiguo con esta lluvia flamante. La referencia climática acude a mí como un simulacro de cosas sueltas.
Puro cliché de tipo aburrido que apura su cortado.
Lunes. Lunes.
Hemos sobrevivido a casi todo. El invierno trajo sus pestes nuevas, importadas, pero no deja de sonar lindo el repiqueteo de esta lluvia contra los baldosones mugrientos. El apego a ciertas normas de conducta, a un espantapájaros que fuma en la puerta del Banco Francés, sonriente y desdichado, cadete de oficina.
Ahora el sonido es rítmico: una música que golpea y le da entidad a esta época del año. ¡Qué tonto! Iba a decir carnadura, pero la sustancia de que está hecho este momento es del todo inasible. Persiste, sí, y coexiste también con la expresión corporal que se manifiesta en la humedad, en el dulce dejarse estar escribiendo, en mi mujer y mi hija que aun duermen en una cama caliente a metros de este bar.
Parece mentira, pero la acechanza del silencio torna lúgubres hasta mis propias palabras. Es como buscar una explicación precisamente allí, donde las explicaciones no sobran. Me abstengo. No deseo confrontar conmigo mismo. No quiero que esto se convierta en el soliloquio de un loco. Me duele la muñeca. Me duele. ¿Dónde me quedé? No importa. Importa sí llenar el espacio. Saturar de palabras. Silencio. Silencio. ¿Esto tiene qué ver con la votación de ayer? Tal vez. Todo tiene que ver: la derrota de Kirchner y la caída de la lluvia, el dolor en la muñeca, la mañana que se abre con un silencio mojado. Todo eso va tejiendo su interacción y va formando esto que puedo llamar "la realidad".
¿Inexplicable, verdad?
Digo, inexplicable saber que una cosa tan insípida como la votación de ayer ha dejado en mí un vacío de casa abandonada. Observo como los ciclos se cumplen. Recuerdo el discurso de Fidel en la explanada y veo el nuevo boliche del Pro, sus trajes carísimos, su cinismo patriotero. ¿Tendrá relación?. No se... La mañana huye, el cortado se acaba.
Ya es hora de dar vuelta la página.

la imagen es de Gente Gótica

lunes, 22 de junio de 2009

LAS BEBOTAS

 — Para un tipo de cincuenta y pico nosotras somos unas bebotas  —le dice Julia a Perla y a Lorena, mientras se miran en el espejo de la sala.
An sonríe y me guiña un ojo. Las observa:
cuarentonas ellas, separadas las tres y ¡ay! con esa juventud que les sobrevive en el alma, pero se les escurre del cuerpo.
Augusto Azcuénaga Echagüe, amigo de An, empresario cincuentón, organizó una fiesta el domingo, en su campo de San Pedro, para celebrar el día de la bandera.
Augusto es patriota, bonachón y, aunque parezca mentira, peronista.
— Venite con quien quieras —le dijo a An, y ella invitó a las bebotas.
Tendrían que haberlas visto a las tres, con sus cabecitas rubias, oxigenadas. Con las pieles lánguidas por culpa de la dieta, ansiosas, neuróticas, fumando a rabiar, intentando que el espejo devuelva una imagen imposible.
Días antes, ellas se asomaron a la cuenta Facebook del tipo, y se metieron en sus álbumes de fotos. Admiraron allí el campo de San Pedro con su sembradío de soja y la enorme caballeriza. Pero también la casa en el country de Tortugas y el piso de Belgrano, frente a las Barrancas.
Aunque lo que más las atrapó del tipo fue su pose de ganador: traje Armani, sonrisa sobradora, blanca y abundante cabellera.
La fiesta en el campo se largó a eso del mediodía.
An las presentó a Augusto y ellas quedaron extasiadas. Sofía, la hija del anfitrión, las relojeó con ironía.
Muchos invitados. Asadito criollo, vino, cuerpo de baile para entretener a los presentes y por la tarde jineteada.
Frío a morir.
Ya entrada la noche, Augusto reunió a todos en un escenario improvisado. Tomó el micrófono e hizo el anuncio:
—Vení Brenda —dijo con una sonrisa.
Y Brenda apareció, y el mundo dejó de existir: Alta, rubia natural, joven, soberbia bajo la luz de las primeras estrellas.
Él la tomó de la mano y oficializó el noviazgo con la mejor amiga de su hija.
Después hubo aplausos, gritos de alegría, fuegos artificiales preparados para la ocasión, y comenzó a sonar, como en un dulce sueño, What a Wonderful World.
An sintió, en ese momento, las miradas de las bebotas clavadas en su espalda, y un intenso calor le abrazó el rostro.
Desde ese día, ni Juli ni Perla ni Lorena volvieron a dirigirle la palabra.


La imagen es "Mujer frente al Espejo" de Chanlatte

jueves, 11 de junio de 2009

JUANITA Y EL GURÚ




— Uno debiera dejarse de joder y mirar para dentro.
La frase, dicha por Juanita Alzaga de Pineda en las terrazas del Buenos Aires Design, adquiere cierta pátina de irrealidad.
Claro que en este sitio todo asemeja a la escenografía de un teatro inmenso, y nada parece existir verdadaderamente. Nada. Ni el aire dulzón —remplazado por la mezcla arrolladora de los Very Irresistible-Givenchy y Kenzo Amour— ni el Hard Rock Café, y mucho menos el cementerio de la Recoleta donde miles de muertos ilustres duermen el sueño de los justos
— Mirar hacia adentro, y después ¿qué? —pregunta An, mi mujer, bebiendo un sorbo de su margarita .
Juanita no sabe, no contesta, o ya no le importa tanto.
Triste destino, a veces, el de los humanos que no encuentran lo que añoran.
Por eso Juanita, amiga de An, se fue en busca de sí misma.
Y se fue por allí, salió a buscarse.
Gran paradoja.
La mina se fue de sí para poder encontrarse, y así transitó cursos de Tai Chi, Yoga, Feng Shui y demás yerbas con prestigio oriental, pero practicadas en locales del Soho y en los bosques de Palermo.
Un día Juanita se hartó de Juanita, y de todo. Entonces calzó jogging Adidas, momtó su BMW rojo, descapotable, apagó el Nokia última generación y ahí se fue a estilizar el alma, como ella dice.
Pero pagó con el cuerpo. O mejor dicho, le entregó su cuerpo de diosa al chino de la técnica de sexo tántrico de la calle Honduras. Ambos se encierran fines de semana enteritos,  y ella emerge cada lunes con ese brillo inusual, insolente, desprejuiciado en sus pupilas azules.
Ahora abrieron empresa de ayuda ESPIRITUAL. Ella maneja la caja y el chinito hace lo suyo con otras chicas. Pero a Juanita no le importa, y tampoco le importarán otras cosas mientras la cuenta bancaria se engrose con esos billetes de todos los colores y de todas las latitudes.
An dice que la escucha y no lo puede creer:
—Parecés otra —le dice
— Soy otra, ¿no te das cuenta?
Juanita, puro corazón, se está por ir con el chino al Machu Pichu. Organizaron una excursión para limpiar el espíritu y escapar de esta sociedad desalmada y materialista.
— Imaginate, yo sola con el chino —le confiesa entre risas—. Si hasta rentamos un charter de novela y todo. Pero después allá se nos termina la joda, nena, caminamos como cuatro días por las ruinas, ¿qué loco, no?
An se encogió de hombros, sin saber que contestar.