domingo, 29 de noviembre de 2009

GENESIS

Estaba todo por hacerse
todo por imaginarse
Las cosas no tenían nombre, las inventamos las
hicimos con el furor de la palabra con
el sagrado fuego de la pasión.
Estaba todo en un horizonte mágico
todo en la bicicleta del futuro
y el
futuro no había llegado.
Dónde andará el que fui
y los que fuimos
en qué rincón oscuro gritará mi nombre y nuestros
nombres
buscando quizá el anónimo resquicio
la foto amarillenta que dibuja sonrisas.
Dónde el verano aquel
dónde la sangre a pleno en el fluir constante
de los amaneceres.
Estaba todo por alumbrarse
todo por ser
y en los espacios siderales y en los
nubarrones de la sal de los sueños
andarán todavía en un
tiempo sin tiempo aquellos que no fuimos
y que quisimos ser,
aquellos que han anclado en resplandores mudos
en espejos andantes
y en los hijos
que vendrán todavía
y en lo que queda por nombrarse
Las imágenes son del álbum de fotos de Ángela Prieto

miércoles, 25 de noviembre de 2009

MONEDAS, SOLO MONEDAS...


La noche no me absuelve de mis pesadillas diurnas.
La noche: otro coctel delirante y opresivo.
Llueve.
Podría hacer de mí un ser extraordinario
o un poeta de la circunstancia.
Pedazos.
Nada más que eso entre el deseo y el nudo.
Sólo trozos y circunstancia.
Y todo esto para contar que ayer volvía de un café de la calle Charcas, mareado por el sueño —y el tequila—, y un pibe me pidió una moneda.
El pendejo era mayor que el tamaño de su cuerpo, pero la desnutrición había hecho bien su trabajo.
Pensé en el Zahir borgeano. Imaginé un universo de chelines antiguos. Un botín en una isla desierta. Un cofre de doblones de oro.
Nada.
Nada que hacer con un pibe que pide monedas, que se fumará un paco que él llamará con otro nombre, el nombre verdadero, el nombre cruel e inequívoco, porque la palabra paco es para Crónica TV y para la vieja que busca precios bajos en las góndolas de Coto.
Llueve.
La calle se moja de aquello que el cielo no resiste atesorar.
Lágrimas de níquel sobre los adoquines brillantes.
Podría estar así, con el tiempo rodando de canto, en un cara y seca ficticio, pero revelador.
Podría ser el pan de tu mesa, o ese sueño que se arroja hacia arriba girando y girando y que nos arrebatará la suerte, según como caiga.
—Si te doy un peso, ¿qué vas a comprarte?
Me siento mentiroso. Hipócrita. Triste.
Siento la vejez sacudiendo mis sentimientos.
Veinte años atrás me hubiese sentado con él, a tomarnos un vinito, o a fumarnos esa cosa que tiene otro nombre.
Rebusco en mis bolsillos, boletos viejos, un ticket de tienda, un papelito con un número de teléfono, monedas, monedas...
No resisto la tentación de mirar esos ojos, no puedo apartar la mirada de esa mano que puede meter caño, púa, o, simplemente, pedir una moneda.
La noche se despeja. Algo de viento sopla y las nubes son Titanics que naufragan a contraviento.
El pibe se va.
Me apresuro por esos caminos de Dios. Abandono el cordón de la vereda y me siento a bordear mis pensamientos.
Escribo.
Desahogo esas lágrimas que ya no verteré.
Cuando el sol vuelva a salir, cuando la ciudad deslagañe sus ojos perezosos, yo sabré qué hacer con mi moneda.

domingo, 15 de noviembre de 2009

DON ALPLAX

A veces quiero que cada mañana no sea ese descenso a un infierno de calor. Así, desamparado, a la vera de mí mismo, no paro de verme reflejado en los charcos de la calle.
Don Alplax me mira y se ríe. Él sabe. Goza de omnipresencia en mi universo de pasados los cuarenta.
Hijo de puta, sí que lo sabe. Intuye que lo necesito, y ansía que desesperadamente vaya tras de él, como un huérfano mendigando en la estación de subte, a esa hora en que las brujas andan con las medias rotas y el rímel corrido.
Pero hablé de despertar.
Hablé de ese plano que subyuga y es el paso del sueño al otro sueño: el de la vigilia lisérgica.
Hablé del silencio que cela el último vestigio nocturno, justo cuando la mañana afina su Frecuencia Modulada, y los noticiosos nos mienten, se mienten a sí mismos, nos castigan, pretenden que la realidad sea eso que cuentan.
Entonces don Alplax, ahí, reina tiránicamente.
Desde la mesita de luz, junto a la foto de recién casados, don Alplax se enciende con su alma en fosforescencia y atraviesa los barrotes de la desazón. Se hace amigo y es un impulso a la nada, o un escalón, o todo eso junto.
Sé que hay locura de verdad en la ciudad. Sé que hay escurridizos nubarrones de no-ser. Sé que existen espantapájaros que pretenden vida propia y se pasan de la raya en la parada del colectivo, en la Plaza Constitución, en las tetas de las putas que, a las siete de la mañana, no tienen aire seductor sino bizarro.
Por eso don Alplax, inofensivo, poético, desenmmascarador de tantos lugares comunes, es un casco ante tanta precaria construcción que se derrumba. Es el velo que cubre apenas —sin proteger—, para que la polución de los espíritus mediocres no llegue a obsesionarme.

miércoles, 11 de noviembre de 2009

Las Bandas Eternas



  Nuestro amigo, Pechito Argentino, estuvo en el concierto de Serú Giran en la Rural.
  Fue ahí que escuchó por primera vez aquello de "la fiebre de un sábado azul/ y un domingo sin tristezas".
  Dicen que era —en aquel tiempo—  un pendejo de catorce, con el peinado taza, y unos jardineros Lee medio desteñidos y rotos.
  Dicen, también, que el mundo andaba recién nacido entonces, y la vida se brindaba como un mar de posibilidades infinitas.
  Pechito también presenció la unión de Jade y Serú en Obras, allá por los ochenta. Y cuentan que cuando vio al Flaco tocar junto a Charly, en medio de la metralla violeta de los flashes, lloró de emoción.
  Estuvo —a disgusto, afirman— en Ferro, cuando García bombardeó Buenos Aires, y pensó que a veces la gente tiene derecho a cambiar (¡Gracias, Fiorucci!).
  Bailó en el Luna de Clics Modernos, resignado, pero esta vez feliz. Y se extasió definitivamente en el Luna de Piano Bar, ahora sí, ya convencido y converso, ya del todo fanático, saltando sobre las butacas marrones.
  Y más allá del mérito que se arroga cierta gente de haber asistido a lugares y eventos legendarios, dicen que Pechito no se jacta. Al contrario. Admite que su único mérito consiste en arrastrar los años suficientes como para haber vivido tantos hitos, que no eran tales cuando sucedieron.
  Aquellos conciertos no significaban entonces lo que el paso del tiempo después los transformaría, dicen que dice.
  Y dicen que dice que eran sólo eso: conciertos.
 Sacar la entrada, pasar un lindo momento, escuchar buena música. El tiempo lo ha convertido en lo que son ahora, y los ha mejorado para la memoria.
  Lo fuimos a visitar, para que el mismo nos cuente.
  Y Pechito nos cuenta, y ya por el final, nos muestra un as en la manga.
  Sonríe: un prestidigitador de sueños que quiere revelar su mejor truco.
  Nos invita a pasar a su búnker, un altillo en Palermo Viejo, sobre Honduras.
  Abre un cofrecito de plata, y extrae un par de entradas.
  Vuelve a sonreír.
  Esto si que será un mojón —nos dice—,  a esto no lo transfigurará el tiempo, ni el tiempo le dará carnadura de leyenda. Esto "ya" es la leyenda hoy, antes de que ocurra.
  Y nos muestra las entradas para el 4 de diciembre, en Velez Sarfield: Spinetta y las Bandas Eternas.
  Me quedo pensando en tanta gente que dice haber estado en donde nunca estuvo.
  Imagino aquel millón de personas que en una encuesta afirmó haber delirado con el "Adiós Sui Generis" que sólo albergó a 50000.
  O los miles que conocieron a Tanguito o charlaron con Luca en una mesa de bar.
  Sin contar, por supuesto, los asistentes a woodstock, que ya superan la cantidad de habitantes del mundo.
 Y pienso, también, que el concierto de Spinetta, con sus bandas eternas, es una buena oportunidad para aquellos que gustan de los Grandes Mitos.
  Sin dudas, habrá un antes y un después.
  Humildemente les aviso, antes de que suceda.
  Abrazo spinetteano.

viernes, 6 de noviembre de 2009

INSOMNIO


¿Por qué será que hoy no puedo dormir?
Tal vez por ese cuento que me ronda en la cabeza y que tengo desdibujado en mi cuaderno de anotaciones:
pulsión de sexo hacia la muerte, antagonismo fatal si se quiere, pero que logra acabar con el personaje con una puñalada de placer.
¡Veremos si sale!
Veremos...
¿Por qué no puedo dormir esta noche?
En la misma pregunta coexisten el dominio y la angustia.
La lucha del cuerpo contra el alma.
¿Coexisten dije?
Hmmmm.
¿Por qué no puedo dormir esta noche?
No por este áspero cabernet que regocija mi garganta y mi espíritu.
Es otra la nota, distinto el cansancio, sublime lo que el pensamiento arrastra y no dice.
Spinetteanamente me dejo llevar por un lirismo de palabras rotas. Al pedo, como toda esa sustancia que requiere su lugarcito en la realidad.
Torcidas frases, retorcidos sacramentos de lo que apenas se calla.
Yo.
Y no es dolor, ¿eh? Es instinto de la pulcritud y la sanidad que brota de esta angustia profana y perecedera.
Pero por qué será que mi ojo izquierdo rehusa elevarse más allá del dibujo de las cortinas del cuarto.
Miedo, tal vez.
Miedo a ese miedo que inmiscuye la soledad propia de este espejismo que bebe y no duerme y escribe porque no duerme.
Insomnio sin potestad. Apenas el reflejo al que me estoy acostumbrando.
Un traguito del Flichman, muchachos, que el mañana traerá también sus soles y sus grises.
¡Mal de muchos, consuelo de tontos!

lunes, 2 de noviembre de 2009

PA' QUE BAILE EL VECINDARIO


Dicen qué el Sergio y Miriam fueron a contar cuentos al barrio de la infancia de él (del Sergio).

Y dicen que dicen qué era sábado de tardecita, y llovian unos gotones que daban miedo, y que además los rayos caían como filo de cuchillo.

Dicen, también, que fue en la antigua sociedad de fomento o "Caja de Ayuda Mutua", actual Biblioteca Popular José Murillo.

Y cuentan las vecinas y los vecinos que asistieron esa noche que el Sergio creció mucho y que el tiempo pasa sin que uno se dé cuenta. Y que además la chica que contó con él era una "crack", y cosas por el estilo.

Lo cierto —y esto no lo dijo nadie porque nadie lo supo— es que el Sergio volvió a oler ese aroma a pasto verde y a potrero y que algo dentro de su pecho se desgarró. Lo verdadero, lo importante, es que los antiguos vecinos fueron a escuchar historias que ellos conocían bien porque allí habían sucedido, y se rieron con las ocurrencias de Miriam, y se emocionaron y festejaron.

La gente de la Biblio trabaja para que el barrio florezca y vuelva a tener identidad. Cuidan de los pibes, les enseñan fútbol y ajedrez, le dan apoyo escolar, talleres, y ya planean realizar bailes de carnaval, como antes. No es sólo una biblioteca, son un montón de corazones capaces de contener el vendaval que se venga, porque poseen ideales y los vuelcan en la realidad.

El sergio volvió a ver a Carlitos y a Norma y a Carmen y a un montón de gente, padres de "pibes" que, como él, ya no viven en el barrio. Y sintió ganas de remontar barriletes como antaño, o de llamar al Ruben o al Marcelo para ir a jugar a la pelota, o de pedirle a su viejo que lo disfrace de Batman y se fueran juntos por ahí, con la bici "Legnano" rodado veinte.

Y claro, por supuesto, se sintió cursi de pensar todo eso.

Pero le importó un carajo.