jueves, 22 de enero de 2009

LA ULTIMA NOCHE

No estaba seguro de escribir este posteo.
Tal vez era mejor contar alguna otra historia, una pequeña anécdota de esas que suceden todo el tiempo en esta ciudad; o no contar absolutamente nada, llamarse a un ascético silencio.
Quizá también hubiese podido narrar alguna desventura de las amigas de An. Pero esas chicas hoy están bronceándose al sol de este enero calcinante, muy lejos de aquí, lejos del embotamiento húmedo de esta jodida y querida Buenos Aires, tan ajena en estos días.
No.
El humor se me trastocó; decidí ordenar mis cosas y esta vieja poesía apareció de golpe entre mis cajones repletos de papeles. Fue como un golpe bajo, un directo de esos que no se pueden esquivar. De pronto me vi transportado de vuelta al bar donde la escribí, hace ya muchos años. Era invierno, frío y nebuloso, o ahora así pretendo que fue. Era un cortado con aquellos viejos terrones de azúcar que hoy ya no existen más. La servilletita tenía alguna publicidad estúpida y el nombre del café en letras rojas: "Reddón". Y Janis Joplin sonaba en alguna radio, con voz desgarrada y triste, como estaba yo.

LA ÚLTIMA NOCHE (María)

Era de espesa noche.
Lila de su mirada era de puerca sombra,
y aunque no sucedía
también adivinaba un crepúsculo negro
no tan lejos de ella, y no tan lejos.
Tantas canciones acariciadas,
tanta caricia en el espejo,
en el sueño que debajo y
ante todo, como otro sueño dentro
de otro sueño, reiría.
Era de espesa luna.
Húmedas las mejillas.
Sus mejillas tan blancas y tan húmedas
que el hechizado tiempo
no apartaba sus horas ni sus musas.
Era tan de repente,
tan imposible era que no era.
Libre de manos, libre.
A veces refugiada de voces,
a veces encerrada en augurios de peligros,
flecha rota y fugaz,
zarza que ardía,
era de franca noche bajo la noche franca.
Y se olvidó de tantos espejismos,
de tantas elegías solitarias,
de tantas risas inconclusas.
¡Pobrecita, María! desnuda,
quién diría después de tantos corazones
y bufandas,
luego de tanta llama quién diría,
María, tan desnuda,
envuelta en su mortaja.

6 comentarios:

Maga h dijo...

Sergio:

Que bueno que volviste. Sacudí lejos esa neurona adormecida, y disfruta este Buenos Aires, que aunque húmedo y pegajoso, está particularmente hermoso por desierto.
Me gustó mucho, y de verdad me sorprendí con el final. No esperaba a María en su mortaja.

Un re abrazo

Sergio Bonomo dijo...

Magah: Estoy despabilando a la neurona. El poema es un poco depresivo al final, pero tenía que ver con mi estado. Ya lo estamos superando y es bueno leer tus comentarios.
Me ayudan un montón.

Ricardo Fasseri dijo...

Qué bueno que hayas desempolvado esos viejos escritos. Me gusta mucho la introducción y descripción que le hiciste.

Sergio Bonomo dijo...

Gracias, Ricardo.
Te espero por aquí.
Sergio

cecilia dijo...

Te agradezco por la bienbenida a tu blogg me atrapasre por los comentarios y ahora por lo que escribis . Me gusto mucho , tiene sentimiento ......

Sergio Bonomo dijo...

Gracias Cecilia: Espero verte seguido por aquí o por el blog de Magah.
Un beso.
Sergio