Sí: No cabe duda. Papá Noel es ese tipo panzón, sobre esa nave espacial, en el medio del Alto Palermo.
¡Si vos lo hubieses visto como yo lo vi! con su frondosa barba blanca y su traje rojo, posando para las fotos con los chicos.
Sí. Centenares de pibes haciendo una larga cola en ese paraíso con aire acondicionado donde la realidad no existe y ni siquiera se intuye.
Si vos hubieses visto a esa esterilizada muchedumbre entrar en los locales en tropel, pisotearse sin siquiera tocarse, empujarse asépticamente, marchando impecablemente hacia el caos de la perfección.
Sí. Centenares de pibes haciendo una larga cola en ese paraíso con aire acondicionado donde la realidad no existe y ni siquiera se intuye.
Si vos hubieses visto a esa esterilizada muchedumbre entrar en los locales en tropel, pisotearse sin siquiera tocarse, empujarse asépticamente, marchando impecablemente hacia el caos de la perfección.
Si vos hubieras visto a los tipos de chomba verde, bermuda impecable y Ray-Ban negros , a las minas con sus vestidos rojos, y sus escotes, y sus jeanes y sus zapatillas.
Y a Papá Noel, por supuesto, que sonreía, bonachón, ante la polarois de ocho pesos en su cielo dentro del cielo.
Y a Papá Noel, por supuesto, que sonreía, bonachón, ante la polarois de ocho pesos en su cielo dentro del cielo.
La gente andaba con guantes de hule, empapada de antitranspirantes, sin olores, sin arrugas, sin suciedad ni pecado.
La gente metía sus asépticos dedos en las carteras negras y pelaban su American Express, su Mastercard, su Diners Club Internacional, y cargaban enormes paquetes con moños demenciales, guirnaldas navideñas, ilusiones de colores a precio dolar.
Nada parecía capaz de alterar el orden perfecto del paraíso perfecto en el día perfecto. Hasta que un grito agudo partió la calma, y se elevó sobre el bullicio que ya es como parte de ese paisaje de mentiras.
La gente metía sus asépticos dedos en las carteras negras y pelaban su American Express, su Mastercard, su Diners Club Internacional, y cargaban enormes paquetes con moños demenciales, guirnaldas navideñas, ilusiones de colores a precio dolar.
Nada parecía capaz de alterar el orden perfecto del paraíso perfecto en el día perfecto. Hasta que un grito agudo partió la calma, y se elevó sobre el bullicio que ya es como parte de ese paisaje de mentiras.
¿Un robo? ¿Un desmayo? ¿Un accidente?.
Nada de eso. Sucedió que uno de los pequeños sabandijas que llegó hasta el trono de Santa Claus se sonrió con picardía, y comenzó a patear a diestra y siniestra. Después apuntó con ironía su mirada celeste sobre el gordo anfitrión, y descargó sobre él una andanada de puntapiés y mordeduras. En uno de los manotazos, el pibe logró arrebatarle la barba de algodón y comenzó a gritar: -¡Es falsa! ¡Es falsa! ¡Éste no es Papá Noel!
Padres, hermanos, guardias de seguridad, comedidos y curiosos, apenas si podían contener a la pequeña bestia pelirroja qué, a risa pelada, forcejeaba sin dejarse sujetar.
Si vos hubieses visto las corridas, si vos hubieses notado como de pronto la realidad se abrió paso, penetró en ese frasco de formol invencible, metió su cola fétida y rugosa. Si vos hubieses visto todo lo que yo vi, entonces le habrías agradecido al buen Dios, lo juro. Por eso te lo cuento.
Seguí mi recorrido, yo uno más, a qué negarlo, entre tantos que un 24 de diciembre hacen lo que no quieren y quieren lo que no hacen.
Pero ya era otro.
Al salir lo volví a ver a Papá Noel. Esta vez sin su barba frondosa, y con su traje rojo metido en una bolsa de supermercados, más flaco y más ojeroso que en el reino maravilloso de su nave espacial, tomándose una Quilmes del pico, sentado sobre la fuente que da a Coronel Díaz.
Feliz Navidad!!
la imagen es de GULLOTTO
4 comentarios:
Es una forma de vida anodina.
Hay mucha gente así. Un mundo "irreal". Después no queda nada.
J.M.
No estoy de acuerdo con que sea un mundo irreal,es tan real como tangible. Es nuestra realidad, nuestro contexto, nuestra cultura.
Hay otros lugares por donde andar, por donde no comprar, por donde no ponerse a ver lo que uno no quiere o con lo que no está de acuerdo. Ese lugar también es contundemente real, por allí anduve, sin tener que ir a Alto Palermo.
Magah
Es contundente lo que decís, Magah. Yo sé, por cosas que contás, como estás comprometida vos con la realidad. Lo que sí quiero mostrar con estas historias -no sé si lo logro- es como el vacío va llenando algunas vidas, aún a pesar de ellas mismas, y todo se va tiñiendo de esa cotidianidad absurda que se acepta sin más.
Un abrazo.
Sergio
Si Sergio, hay muchas vidas llenas de nada.
La mía a veces también lo ha estado, pero trato a diario de modificar la nada en algo mas productivo para mi y los demás.
Un abrazo
Magah
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