domingo, 30 de mayo de 2010

LOS MALOS

Es en esa extrema palidez donde la plegaria nada significa.
Es que ante un muerto las preguntas dejan de pertenecer al individuo, para formar parte de la humanidad.
Eso —como diría Cortazar— porque el muerto no era tu amante.
Un muerto niega el ente abstracto. Un muerto se revuelca en la realidad.
Y no es que Solcito no quiera preguntarse de dónde venimos y hacia dónde vamos.
Frente al cadáver de su padre, lo que ella quiere saber es por qué ese reverendo hijo de puta le metió cuatro tiros por dos mangos de mierda.
Buenos Aires agoniza.
La ciudad aparenta un simulacro de sí misma. De ella penden las falsedades más genuinas, pestilentes voces que alzan su dedo acusador o redentor, según la escuela que dicte sentencia.
Pero la realidad está otra vez ahí, cagándose de risa de sus postulados.
Se ha transformado en hediondo el idioma de estas calles, de esta gente que dejó de ser.
Y yo tampoco soy inocente. No señor. Qué va.
En el cementerio de la Chacarita el aire pierde dominio. La muerte manda.
Solcito reparte propinas a los enterradores que dejan caer la tierra sobre el ataúd de manijas doradas. Tres o cuatro periodistas toman fotografías que formarán parte de las páginas policiales de los pasquines que todos conocemos.
Me causaría gracia todo esto si yo no fuera un moralista incorregible.
Las preguntas.
La necesidad de responder.
Un tipo asesinado porque atinó, quizá, a la huída. O a defender las monedas para el bondi. Todo se licúa en la perplejidad del no ser.
Por eso la izquierda a veces pelotuda. Por eso, también, la derecha siempre recalcitrante.
El mero discurso. El vacío de ese agujero sin fondo.
La masa, no el individuo.
Era un buen tipo—llora solcito, con una serenidad que conmueve— pero un hijo de puta decidió ponerle fin.
Fantasmas.
Todo el tiempo zombis que se devoran los cuerpos de otros muertos.
El hastío de Buenos Aires en la tarde que declina.
¿Cuándo llegará la hora en qué los enfermos se consuman en la hoguera de los indeseables?
No mientras no haya culpables y existan sólo víctimas.
A cielo abierto, las preguntas caen como navajas y se clavan en la tierra. Y el suelo sangra.
Nadie acude a sanar sus heridas. Prefieren el laberinto de las palabras, para esconder, para perderse, para no decir las cosas por su nombre.
Un hijo de puta. Qué inequívoca frase.
Sí, Solcito, existen los malos.
La imagen fue sacada de http://strigoyu.blogspot.com/

5 comentarios:

ANRAFERA dijo...

Excelente artículo. Me ha gustado tu facilidad de palabra para hilbanar una buena entrada. Felicitaciones. Saludos PTB

Sergio Bonomo dijo...

Anrafera: Gracias, amigo. Ahora mismo me paso por tu página. Un gran abrazo.

Jorge Juan Morante dijo...

Interesante Artículo.


Saludos desde PTB,

Jorge Juan

Unknown dijo...

Me gustó tu blog, la facilidad de palabra nacida de las entrañas toma una enriquecedora forma en el verbo.
Felicidades y saludos desde PTB!!!

http://alaluzdelachimenea.blogspot.com/

Sergio Bonomo dijo...

Jorge: Gracias!!!!
Ya me pasaré por allí

Nacho: Gracias Nacho por tus elogios y por pasar. Me daré una vuelta por tu blog