aquella que en los años setenta y ochenta oponía a Charly García contra Luis Alberto Spinetta.
En uno de los pocos instantes de lucidez de los cuales me puedo jactar, me aferré a la revelación de que en la República Argentina existía lugar para dos genios. Dos talentos contemporáneos. Dos labradores del espíritu.
Y que yo no podía ser tan imbécil de abstenerme de uno para alabar al otro.
Aunque mi amor por Spinetta llegó a alcanzar la cúspide de la adoración, jamás se permitió prescindir del sol cautivante de Charly García.
Y es en este post que quiero referirme precisamente a él.
No se asusten.
No voy a realizar un estudio seudo intelectual de su música, ya que mis conocimientos en esa materia transitan más bien el sendero de lo empírico.
Lo que sí pretendo, lisa y llanamente, es manifestar por qué lo quiero al tipo.
Dar las razones —¡vaya paradoja!— de mi cariño por este hombre de bigote extraño y carácter díscolo.
Aquí va.
I) Porque a mis catorce años vi a Serú Giran frente a la casa de mi infancia, en el boliche Fama, y llegaron tarde y sonaron pésimo. Pero estábamos con los pibes de la cuadra y a mí me pareció el show más impresionante de la historia.
2)Porque después los volví a ver en la Rural. Esta vez gratis, aunque ya lejanos, poderosos, inalcanzables. Y recuerdo también mi jardinero Kalvin Klein de aquella noche, y una melena ensortijada que el tiempo se ha encargado de borrar para siempre.
3) Porque cuando escuché por primera vez aquello de "...la fiebre de un sábado azul/ y un domingo sin tristezas..." casi se me para el corazón.
4) Porque cada vez que oye a Serú Girán, mi amiga Geraldina dice que me recuerda.
5) Porque nos íbamos de campamento a Córdoba o a Capilla del Señor, y por las noches encendíamos un fogón para tomarnos una ginebrita, fumarnos unos porritos, y cantar canciones de Sui Generis.
6) Porque en mi barrio, en cada esquina, a principios de los ochenta, banditas de pibes bailaban con sus radio grabadores hasta que amanecía.
Y el tipo cantó entonces "... yo quiero ver muchos más delirantes por ahí/ y bailando en una calle cualquiera..." Y desde ahí siempre me pregunté cómo carajos sabía un tipo de Barrio Norte lo que sucedía en un humildísimo culo del mundo perdido en el conurbano bonaerense.
7) Porque en el estadio de Ferro bombardeó Buenos aires ante una multitud incrédula que observaba todo con la boca abierta.
8) Porque Piano Bar me conmovió hasta las lágrimas, y porque a la salida del concierto de presentación en el Luna se llovió todo y con mis amigos saltamos los molinetes del subte B, meándonos de risa.
9) Porque siempre sorprende, porque se caga en toda regla, porque se reinventa, y muere y resucita, y vuelve a morir y a resucitar.
10) Y porque cuando necesité dejar el lugar en donde vivo por unos arreglos que debían realizarse, la madrina de An nos prestó un departamento pegadito al del tipo, en Coronel Díaz y Santa Fe.
Y allá nos fuimos, con nuestra hija Ludmila, que contaba sólo tres meses. Nuestra pequeña hija, que no nos dejaba dormir entonces, acosada por los cólicos.
Allí nos fuimos —como digo—, con nuestras ojeras y nuestro mal humor y nuestros desvelos ( en el amplio sentido de esta palabra). Y cuando ya instalados en el departamento arribaba la noche, oíamos al tipo tocar su piano. Y nos sentíamos poseídos, alucinados, arrastrados por aquella música de ensueño. Y Ludmila —al son de ese mismo piano— comenzó a dormir de un tirón por primera vez.
Por todo eso lo llevo en el corazón.
Como diría la querida Negra Sosa: Charly García, argentino.
cuadro de Charly Garcia realizado por TMK, hallado en TARINGA!