lunes, 27 de abril de 2009

CUENTOS EN ZAGALA

Tendrían que haberlo visto a Sergio el otro día.
Se tomó el bondi 161 y regresó a sus pagos de infancia, a Villa Zagala, al conurbano bonaerense, para contar cuentos para ancianos y niños.
Y contó.
Contó con el corazón en la boca, que es la manera en la que hay que contar.
Le juntaron los viejos del patronato con los pibes de la villa que van a hacer los deberes.
Y contó para ellos.
Contó para ellos y además para las asistentes sociales —que no le dieron pelota— y para los maestros y las enfermeras y para las mucamas. Y por una larga hora todo pareció de fiesta.
Y le dolió un poco también, porque volver le duele a cualquiera.
Volver para contar.
Había viejitos en sillas de ruedas y viejitas con bastones blancos y pibes de no más de diez años que ya tienen tajos en la mirada.
Y Sergio ahí, con nada más que sus cuentos y la jarra de agua y un ramo de fresias que le pusieron sobre la mesita de madera.
Y Sergio contó, y evocó,  y lloró, y se rió, y las historias iban y venían como traídas por los vientos del recuerdo, danzaban sobre la atmósfera del teatro improvisado y más allá también, sobre el parque que aglutinaba el complejo de patronatos.
Cuando terminó de contar le regalaron un platito que hacen en los talleres y le pidieron que regrese.
Y Sergio, aunque le duela, juró que lo hará pronto.

4 comentarios:

Jaime Alberto Lerner dijo...

Solo leer el relato de ese momento emociona. Me imagino lo que debe ser volver, mirarlos y contarles...

Sergio Bonomo dijo...

Sin duda muy fuerte y muy carnal.
Veinte años pasaron, es mucho.
Gracias, Jaime.

Ricardo Fasseri dijo...

Qué bueno Serginho! qué bueno es ayudar y conectar con la gente que lo necesita. Qué bien se siente uno haciéndolo con lo que a uno le gusta y sabe hacer. Abrazo.

Sergio Bonomo dijo...

Gracias, Ricardo.
Gracias por tus palabras y por pasarte por aquí.
Hemos vuelto al ruedo.
Un abrazo