Otra vez Luisito —Pensé.
Desde que la democracia volvió a nuestro atribulado y pisoteado país, Zamora se postuló a diputaciones, senadurías, cuando no a ocupar el mismísimo sillón presidencial de don Bernardino.
Recuerdo aquellos primeros tiempos de libertades renacientes, de picantes putedas en televisión y pletóricos culos desnudos en portadas de revistas. Recuerdo una especie de seudo destape ochentoso con minas mostrando tetas al rolete, con políticos de cara lavada, y aquella nostálgica avidez de votar de una vez por todas y cambiar, si no ya el mundo, nuestro rinconcito querido de patria.
Y ahí estaba ya, Luis Zamora, con sus postulaciones entusiastas.
Acabada una elección, yo lo buscaba siempre en la lista de cómputos finales y su partido nunca aparecía.
Miraba los porcentajes, que invariablemente primereaban el peronismo y el radicalismo, pero el partido de Luis se aglutinaba, con sus pares pequeños, en una cifra exigua bajo la categoría "otros".
Aunque sí fue creciendo poco a poco. Después de un tiempo ganó una diputación, también un prestigio, y sobre todo un halo de honestidad pública que ninguno pudo empardar.
El tipo renunció a dietas, sueldos, jubilaciones de privilegio, y se lo pudo ver colgado del pasamanos del 60 como a cualquier hijo de vecino.
Cuando la crisis del 2001 y el "que se vayan todos" le trajo la oportunidad de construir una fuerza poderosa y alternativa, la desechó. Nunca supe si fue por pereza, inocencia, o tal vez impericia. El tren pasó por su estación una sola vez y ya no volverá.
¡Una lástima!
Lo único que sí sé es que en aquella Plaza de Mayo de principios de década, cuando el cobarde de De la Rua huyó por los techos de la Rosada como un chorro cualquiera, en aquella soleada y triste tarde de tantos muertos y sueños perdidos, hubo un solo político que se interpuso entre la gente y las patas feroces de los caballos, entre la muchedumbre y los bastones rabiosos de la infantería. Y ese político no fue ni Carrió ni Cristina ni Cobos ni de Narváez ni Solá ni Macri ni Kirchner ni Bullrrich ni tantos de los que hoy mendigan votos en los programas de televisión.
¿Quién fue entonces, señores?
Sí, adivinaron: Luisito Zamora.
Mientras el radicalismo se batía en retirada y el peronismo ansioso se frotaba las manos, Luis Zamora compartió la desgracia de aquellas jornadas con la gente.
Y, evocando esos días tan duros, me vienen unas ganas tremendas de votarlo, para que no se sienta tan solo en la derrota.
8 comentarios:
Querido Sergio, a veces los medios nos muestran solo una parte de la realidad -cuando no logran ocultarla del todo- esas jornadas de palos, gases, muertes, helicopteros y corridas -de las que con orgullo te cuento formé parte- tuvieron a otros luchadores en las calles.
Jaime: Claro que hubo luchadores en la calle. Gente anónima y no tanto tratando que le devuelvan el país que le habían saqueado. Yo también estuve y me alegro mucho de que hayas estado y ojalá nos hubieramos conocido en ese momento. Me acuerdo que salí del laburo y veía los negocios cerrados, los subtes que no andaban y después de una noche de cacerolazos, ahí estaba la gente, sin miedo, o con miedo, pero no importaba.
Lo que realmente me indigna es que a muchos que hoy apiran a entrar al congreso no los vi ese día ni la noche anterior ni la jornada después.
Un gran abrazo, Jaime
Tu coherencia abruma al mas mentado.
Un placer.
Magah
Magah:
Gracias por pasar y comentar.
Aunque -te digo la verdad- la coherencia no abunda demasiado en los caminos de mi vida.
Un abrazo
Igual,
cada pais tiene lo que se merece.
Igual que el mio, igual que el suyo.
Una gran verdad, Antonio.
Ningun azar hace a estas cuestiones.
Leer este post me hizo recordar vívidamente lo que pasó en ese momento. Algunas veces parece que pasó tanto tiempo, no? y otras... como si hubiera sido ayer. Muy interesante tu blog. Voy a seguir leyendo.
Gracias, Adriana, por pasarte y comentar.
Es así, parece que fue hace mucho, pero no. Intenté rescatar en este post cierta ingenuidad del personaje. Pero también su honestidad brutal y su perseverancia.
Un abrazo
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