Y escribo XX porque no soy lo suficientemente valiente como para contar esta historia con su nombre real.
Es que XX es uno de esos pocos tipos que alzando o bajando el pulgar de su mano pueden hacer que el país crezca o se derrumbe, que todas las acciones de la Bolsa alcancen el cielo o se precipiten al mismísimo infierno. Él puede lograr, sin moverse de su escritorio, que las cifras de pobreza e indigencia trepen a lo alto en un solo día o desciendan vertiginosamente como por un tobogán.
Y precisamente que un tipo como XX esté deprimido no es bueno; para nada bueno.
Es que su novia, Lucy, acaba de dejarlo.
Actualmente XX está parando en un piso del Hilton, en Puerto Madero. Suspendió sus vacaciones para salvar un negocio multimillonario que se caía y voló directamente desde Punta a Buenos Aires.
El negocio finalmente palmó, por todo este embrollo de la crisis mundial, y el bueno de XX entró en cólera y la presión le subió hasta las nubes y se sabe que a cierta edad y ante ciertos acontecimientos, algunos estados de ánimo no contribuyen para nada en los avatares del amor.
Lucy lo acompañó todo este tiempo, a desgano, pero lo acompañó.
Se la podía ver despatarrada en el lobby del hotel, calzando sus Ray-Ban, aburridísima con su gin-tonic con hielo, ansiando volver al sol de Punta y los paseos por Gorlero.
Dos noches después de que el negocio capotara, XX se tomó toneladas de viagra y una botella de champán, pero nada de lo que esperaba sucedió. Y cuentan los empleados del hotel que los gritos asustaron tanto a los otros pasajeros que aunque no era lo deseable tuvo que intervenir la policía.
Dicen que a Lucy la sacaron con algunos moretones en los brazos y un ojo cerrado totalmente. Dicen, también, que igual retornó al otro día, del brazo de su madre. Hizo el bolso y se fue definitivamente.
Si XX no fuera quien es -y yo no sería tan cobarde- uno podría publicar su nombre verdadero y contar que fue patético verlo en uno de los pasillos, totalmente borracho, en calzoncillos, llorando como un chico y suplicando de rodillas a la pobre Lucy que no lo abandonara.
Cuentan que ella lo miró con pena, se mordió el extremo de los labios, pero igual se marchó para siempre.
Ahora XX carga una depresión de puta madre y no hay nada ni nadie que lo consuele.
Yo espero con ansias verdaderas que esta depresión se le pase, o que Lucy vuelva y lo perdone de una vez.
Lo espero sinceramente, por el bien de todos nosotros.
3 comentarios:
Jajaja, muy bueno Sergio. Si es tan asi como lo decís, que todo depende de él, lo cual ya es un desastre de solo pensarlo, no por que no crea en sus capacidades, que tampoco se si las tiene, sino porque, que todo dependa de "uno", es problemático.
Rescato que la "cursileria" del amor nos afecta a todos. Evidentemente el amor no es un tema menor, y si influye de semejantes maneras, lo debieramos atender mejor.
Un abrazo.
Magah: Sabés lo que más me interesó que se notara en este post, que el amor no sólo puede mostrar de nosotros la parte más noble y hacernos mejores personas, sino que también,sobre todo en tiempos de ruptura, el costado más abyecto. Pienso que, segun las circunstancias y los individuos, el amor y la pasión sacan a la superficie lo mejor y lo peor de nosotros mismos.
Totalmente de acuerdo, lo mejor y lo peor, hasta las entrañas, amor y odio en la misma magnitud.
Abrazo amigo!!
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